Con vestiduras blancas (<Ad Coenam Agni>)


Venera en Mérida (Extremadura)

***
Revestidos de blancas vestiduras,
vayamos al banquete del Cordero
y, terminado el cruce del mar Rojo
alcemos nuestro canto al rey eterno.

La caridad de Dios es quien nos brinda
y quien nos da a beber su sangre propia,
y el Amor sacerdote es quien se ofrece
y quien los miembros de su cuerpo inmola.

Las puertas salpicadas con tal sangre
hacen temblar al ángel vengativo,
y el mar deja pasar a los hebreos
y sumerge después a los egipcios.

Ya el Señor Jesucristo es nuestra pascua,
ya el Señor Jesucristo es nuestra víctima:
el ázimo purísimo y sincero
destinado a las almas sin mancilla.

Sigue leyendo

Huevos y Conejos


Postal de 1907

***
En la tradición católica centroeuropea, existe la leyenda del Conejo de Pascua.
Cuenta que un conejo estuvo encerrado en el sepulcro junto con Jesús y presenció su Resurrección.
Después de ser testigo del milagro, cuando salió de la cueva,
se le encargó difundir el mensaje de la Pascua (paso) a todos los niños,
regalando los tradicionales Huevos,
cuyo consumo había estado prohibido durante la Cuaresma, por la abstinencia.

Sigue leyendo

Alimentando…

Luego de la multiplicación de los panes, en su ansia por el alimento terreno, la multitud busca a Jesús. Comenta San Agustín:

«Jesús, a continuación del misterio o sacramento milagroso, hace uso de la palabra, con la intención de alimentar, si es posible, a los mismos que ya alimentó; de saciar con su palabra las inteligencias de aquellos cuyo vientre había saciado con pan abundante, pero es con la condición de que lo entiendan y, si no lo entienden, que se recoja para que no perezcan ni las sobras siquiera… «Me buscabais por la carne, no por el Espíritu». ¡Cuántos hay que no buscan a Jesús sino para que les haga beneficios temporales! Tiene uno un negocio y acude a la mediación de los clérigos; es perseguido otro por alguien más poderoso que él y se refugia en la iglesia. No faltan quienes piden que se les recomiende a una persona ante la que tienen poco crédito.

«En fin, unos por unos motivos y otros por otros, llenan todos los días la iglesia. Apenas se busca a Jesús por Jesús… «Me buscabais por algo que no es lo que yo soy; buscadme a Mí por mí mismo». Ya insinúa ser Él este manjar, lo que se verá con más claridad en lo que sigue…Yo creo que ya estaban esperando comer otra vez pan y sentarse otra vez, y saciarse de nuevo. Pero Él había hablado de un alimento que no perece, sino que permanece hasta la vida eterna. Es el mismo lenguaje que había usado con la mujer aquella samaritana… Entre diálogos la llevó hasta la bebida espiritual. Lo mismo sucede aquí, lo mismo exactamente. Alimento es, pues, éste que no perece, sino que permanece hasta la vida eterna»
(Tratado 25,10-12 sobre el Evangelio de San Juan).

Sigue leyendo

III domingo de Pascua ’24


<En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino
y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón?
Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona.
Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos,
como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros:
que era necesario que se
cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos
acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día
y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados
a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto>.

Lc. 24, 36-48

Sigue leyendo

Con blancas vestiduras…


Cada tarde podemos rezar el himno pascual:

Revestidos de blancas vestiduras,
vayamos al banquete del Cordero
y, terminado el cruce del mar Rojo
alcemos nuestro canto al rey eterno.

La caridad de Dios es quien nos brinda
y quien nos da a beber su sangre propia,
y el Amor sacerdote es quien se ofrece
y quien los miembros de su cuerpo inmola.

Las puertas salpicadas con tal sangre
hacen temblar al ángel vengativo,
y el mar deja pasar a los hebreos
y sumerge después a los egipcios.

Sigue leyendo

Pascua: tiempo eucarístico

<El cáliz eucarístico es comunión de Su sangre y el pan que partimos es comunión de Su cuerpo. La sangre, en efecto, procede de las venas y de la carne y de todo lo demás que pertenece a la condición real del hombre, condición que el Verbo de Dios asumió en toda su realidad para redimirnos con su sangre, como afirma el Apóstol:
Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

Y, porque somos sus miembros, nos sirven de alimento los bienes de la creación; pero él, que es quien nos da estos bienes creados, haciendo salir el sol y haciendo llover según le place, afirmó que aquel cáliz, fruto de la creación, era su sangre, con la cual da nuevo vigor a nuestra sangre, y aseveró que aquel pan, fruto también de la creación, era su cuerpo, con el cual da vigor a nuestro cuerpo.

Por tanto, si el cáliz y el pan, cuando sobre ellos se pronuncian las palabras sacramentales, se convierten en la sangre y el cuerpo eucarísticos del Señor, con los cuales nuestra parte corporal recibe un nuevo incremento y consistencia, ¿cómo podrá negarse que la carne es capaz de recibir el don de Dios, que es la vida eterna, si es alimentada con la sangre y el cuerpo de Cristo, del cual es miembro?>

(San Ireneo de Lión)

Sigue leyendo

Tiempo bautismal

Nadie piense, pues, que el bautismo consiste únicamente en el perdón de los pecados y en la gracia de la adopción —como era el caso del bautismo de Juan, que confería tan sólo el perdón de los pecados—, sino que, como bien sabemos, el bautismo que viene de Cristo no sólo nos purifica de nuestros pecados y nos otorga el don del Espíritu Santo, sino que también es tipo y signo sensible de su pasión. En este sentido exclamaba el apóstol Pablo:
Cuantos en el bautismo fuimos sumergidos en Cristo Jesús fuimos sumergidos en su muerte. Por nuestro bautismo fuimos, pues, sepultados con él, para participar de su muerte.

(Catequesis mistagógica de Jerusalén, s IV)

Sigue leyendo